domingo, 14 de septiembre de 2025

GENTE TÓXICA: EL REGALO QUE NADIE QUIERE.

 

      ¿Quién no ha tenido alguna vez un amigo/a, un/a ex, un/a jefe/a, un/a primo/a o ese/a vecino/a que, si pudieras, la evitarías como a la peste? No me refiero a gente simplemente insoportable. Hablo de esa especie que camina entre nosotros con apariencia inofensiva, pero que, en cuanto abre la boca, te roba la energía... La convierte en polvo. Son como vampiros emocionales. Plagas con patas, y mala vibra. Hablan sin parar, pero solo de ellos mismos, y sus puñeteros males. Lo que te pase a ti, sinceramente, les importa tres mierdas. Siempre son el centro del universo: sufren más que nadie, hacen más por los demás (según ellos, pero es mentira cochina), y si alguna vez te dejan hablar, es solo para usar tu historia como trampolín para dar a conocer la suya mientras hacen un flashback en el tiempo.

     Tienden hacia siempre a contar cosas negativas como si les pagaran por ello. Incluso tienen el talento de hacerte creer que la vida es una mierda, mientras tú apenas sobrevives con lo justo, y ellos te cuentan sus miserias desde un spa. Son gente muy cansina y agotadora. Te sacan de quicio a los dos segundos de conocerlos, y no sirven para nada más que para descargar su negatividad sobre ti. 

      Sí, estoy hablando de la gente tóxica. Esa subespecie emocional que no está en peligro de extinción, pero debería. Se camuflan entre la población como si fueran personas normales hasta que enseñan la patita... Te llaman por teléfono cuando están con el agua al cuello... Antes no... Siempre envían un mensaje de audio más largo que un día sin pan. Como mínimo de diez minutos contándote todas sus penas empaquetadas en dramatismo puro y barato. Y tú, claro, caes. Como buen samaritano emocional que eres. Intentas ayudarles, comprenderles, estar ahí como un terapeuta. Te olvidas de tu vid y tus problemas para atenderlos a ellos.... Y, lo peor, es que te roban la energía como una videollamada con mala señal. No llevan capa, ni alas para volar, y marcharse… Solo esa actitud mediocre que te hace querer bloquearlos en WhatsApp, y también en persona.

     Lo peor es que no vienen con un manual de advertencia debajo del brazo. A veces parecen camuflados. Suelen ser aparentemente simpáticos, agradables, incluso encantadores contigo. Hasta que te das cuenta de que cada interacción con ellos te deja más agotado que una mudanza en pleno mes de agosto.

    A lo largo de mi vida, he aprendido a identificar a cinco especies  tóxicas. Hay otras más, pero quiero centrarme en estas, en particular. Te las presento, aunque imagino que te sonarán de algo. Ahí voy:

    1. La víctima profesional

       Estos los atraigo como un imán. Siempre están sufriendo. Si no es por el clima, es por Mercurio retrógrado. Si no les respondes un mensaje, se hunden en la autocompasión. Si te va bien en la vida, se sienten amenazados y quieren destruirte; si te va mal, convierten tu desgracia en su drama personal. Viven en una constante telenovela de bajo presupuesto… pero sin cortes publicitarios. Y tú, pobre idiota, te tragas todos los capítulos.

 

     2. El/la que crítica todo (y de todos)

      Para ellos/as, tú nunca haces nada bien. Si cocinas, ellos lo hacen mejor que tú. Si subes una foto en tus redes sociales critican tu pose, tu cara, tu pelo, tu vida de fondo. Si decides tomar tus propias decisiones, te explican por qué no debes hacerlo. Y acabas desistiendo. No viven su vida, sino que viven y evalúan la tuya. Como si fueras un examen que nunca termina de aprobarse. Son jueces sin toga, pero con una cara  dura tremenda. ¡Envidiosos/as!

      3. El/la manipulador/a emocional

      Con estos terminas en un siquiátrico, y no es broma. Son maestros del chantaje emocional. No sacan conejos de la chistera, sino culpas. Logran que te sientas culpable sino haces lo que quieren, cuando quieren y encima les das las gracias.  Se lavan las manos con una destreza digna de Poncio Pilatos. La culpa nunca es suya, sino tuya. Por tonto/a, por empático/a, por no haber salido corriendo a tiempo cuando debías hacerlo.

      4. El/la “yo-yo”

       Son los creadores del yoísmo. Siempre están con el: Yo hice, yo dije, yo sé, yo, yo, yo… Conversar con ellos es como escuchar un monólogo que no acaba. Se escuchan tanto que ni se enteran de que tú también estás ahí. Puedes estar hundiéndote que ni se inmutan. Ahora bien, cuando terminan de vomitar su yoísmo durante más de dos horas seguidas, te dicen: “Bueno, ya me he desahogado, me tengo que ir, estoy ocupado/a”. Ah, claro. No me había dado cuenta de que esta era una sesión gratuita con tu psicólogo/a particular al que no pagas. ¡Abusivos!

     5. El/la pesimista crónico/a

     A estos /as no les importa lo que les digas: siempre tienen una sombra acechándoles. Les cuentas que encontraste el amor, y ya te están hablando del divorcio. Ganas un premio y te dicen que te van a robar o secuestrar. Son mensajeros del apocalipsis. Nunca tienen palabras de aliento, ni de broma. Su hobby es recordarte que todo puede ir peor siempre.

      Hay más como ellos en el mundo. Pero estos cinco merecen una mención de honor en el museo del agobio humano. A veces se camuflan de afecto, de amistad o incluso de amor incondicional. Hasta que descubres que, en realidad, lo que quieren es un terapeuta gratuito. Y ahí estás tú, escuchando, aconsejando, aguantando. Y lo haces porque eres una buena persona, porque “ el /la pobre, está pasando un mal momento, y hay que apoyarlo/a”. Y lo haces, día sí y día también... Y cuando, por el motivo que sea, no estás para ellos te juzgan como si fueras la peor persona del mundo. Y no lo eres. Sólo te estás protegiendo del tóxico/a

     Y ¿qué se supone qu hay que hacer con esta plaga emocional?

―Reconócelos. No estás loco. Si algo te incomoda, te agota o te deja mal, es porque ese algo te está dañando de alguna manera. Pon distancia. No estás siendo borde. Estás siendo sensato.

Di que no.  Cuando te intenten manipular, se pongan a llorar, te pillen por banda… Un “lo siento, pero no… ” a tiempo vale más que mil horas de tortura telefónica o quedar para tomar un café con él/ella.

No intentes salvarlos.  Tú no eres su redentor emocional de nadie, salvo de ti mismo. No viniste al mundo para arreglar nada ni a nadie. Cada cual que se haga cargo de sus problemas.

Rodéate de gente sana. De los que no viven de la queja, ni te usan como vertedero emocional. Si alguien solo aparece para vomitar sus miserias, eso no es amistad. Eso es conveniencia y abuso. Pon el cartel de : PROHIBIDO MOLESTAR. 

      La verdad, muchos de estos tóxicos ya no tienen a nadie que les aguante. Algunos les rehuyen como a la gripe. Y tú —el empático, el generoso, el que quiere ayudar— te conviertes en su única vía de escape. Y aun así, cuando te toque a ti tocar fondo ni se acuerdan de ti.

      Hay personas que llegan para iluminar tu vida… Y otras que te apagan esa luz y te dejan a oscuras.  Aprende a diferenciarlas. Porque las personas tóxicas no cambian por más que les escuches o ayudes. Tú, en cambio, tienes la sartén por el mango. Empieza a pensar un poco más en ti. Elige a tus amigos de verdad, y deja a un lado a la gente tóxica. Verás cómo empiezas a respirar mejor.

CHARLOTTE BENNET

        ¿Quién no ha tenido alguna vez un amigo/a, un/a ex, un/a jefe/a, un/a primo/a o ese/a vecino/a que, si pudieras, la evitarías como...