I
Hay un no pernoctado
en las manecillas
de aquel viejo reloj olvidado,
donde la realidad oscila
como las rasgadas olas
que se rompen contra un filoso peñasco,
donde naufragaron todos tus gestos,
como quien siembra ausencias
en una mano manca.
Pero nada
queda ya:
ni la promesa,
ni el tacto,
ni siquiera tu consuelo.
Sólo una
extraña bruma,
tan fiel a mí
como tú no llegaste a ser.
©CHARLOTTE BENNET