Ya no lloráis, apenados ojos, pues apenas
os quedan lágrimas con las que poder consolaros por todo cuanto creísteis
percibir, mientras os dejabais seducir por
aquel sentir, quien fascinado se deleitaba escuchando aquellos labios
empalagosos bañados en luctuosas vasijas de miel…las cuales endulzaron vuestra
cándida alma, quien embelesada quiso perseguir un sueño mitigado por la miseria
que la confería, y que hizo desaparecer cualquier tipo de aspiración...No obstante, ya no brota el dolor de la herida, aun cuando la hiel se esparció quemando vuestra piel impregnándola de males, que la propia razón se encargó de espantar transformando aquel sentimiento en una breve evocación clausurada por el tiempo...
© Propiedad Intelectual. Charlotte Bennet.
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