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No digáis que en mi
no habitó la palabra,
ahora que el silencio
es noche y escarcha,
que descansan
sobre los tibios párpados,
truncando aquel anhelo,
convertido en un inmenso glaciar,
poblado de soledad
para un corazón
ávido por amar la evidencia,
aun cuando la vanidad
golpea la ilusión,
separando el cielo y la tierra,
y nada motive
aquel pecho henchido de esperanza…
Y es que mi voz,
es consuelo para este dolor
que roe mi costado…
mientras la melancolía
toma de la mano
mi alma eterna,
para que dormite sobre la helada
que la cubre
y que lleva tu nombre…
© Propiedad
Intelectual. Charlotte Bennet.
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