viernes, 21 de noviembre de 2025

A TU LADO

 

Queridos lectores: 

    Os escribo para anunciaros que debo ausentarme del blog durante un tiempo. No podré publicar nuevas entradas durante los próximos meses. Lamento esta inesperada pausa, pero regresaré en cuanto me sea posible. Gracias por vuestra comprensión, y por acompañarme siempre en este espacio que es tanto vuestro como mío. Antes de irme, quiero dejaros estos versos. Espero que os gusten. Un abrazo. 

 

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A tu lado, el dolor es como la tormenta 
que ruge y emerge como el batir 
de las olas embebidas por tu sombra 
que asoma, igual de cruel 
como ese eco que desgarra por dentro. 

Y, sin embargo, es en esta bruma 
donde aún resisto —porque incluso en esta herida abierta— 
hay algo en ti que me recuerda a la noche. 

Y es así como avanzo, 
con el mar devorando mis pasos 
y la certeza de que la calma, alguna vez, 
fue solo un breve recuerdo. 

©Charlotte Bennet 

miércoles, 19 de noviembre de 2025

LA GENTE MANIPULADORA

 

        ¿Quién no ha tenido a alguien que intentó manipularte de alguna manera? Cuando eso sucede, la situación es de lo más desagradable y tensa que podrías imaginar, especialmente cuando las personas que lo hacen son cercanas a ti. Por ejemplo, cuando les da por alguien, no paran hasta conseguir apartarte de esa persona con la que te llevas muy bien, pero que a ellos les cae fatal. Buscan conocer sus defectos, y si no los encuentran, se los inventan para hacerte creer que esa persona es lo peor, y que te andes con cuidado. Son individuos con un código moral muy bajo y un nivel de odio y rencor tan alto, que jamás querrán algo bueno para ti, ni para nadie... Su único objetivo es manipularte: Comerte la cabeza con sus miserables teorías conspiratorias para obtener lo que quieren. No esperes afecto de ellas, ni reconocimiento alguno. Son sombras que no aportan nada positivo a tu vida y lo mejor es alejarte de ellas cuanto antes. 

      La manipulación emocional o psicológica no siempre llega con un mensaje claro o un ataque directo. Se disfraza de "consejos baratos" y "preocupaciones falsas", y a menudo es todo tan sutil que solo te das cuenta cuando ya es demasiado tarde, cuando has perdido más de lo que has ganado. Mientras tanto, ellos se ríen de su hazaña, y tú te quedas con un mal sabor de boca. Por eso, quiero compartirte algunas señales comunes de manipulación. Es probable que ya las conozcas, pero nunca está de más tenerlas presentes para protegerte de esta lacra. Aquí van:

Te hacen dudar de ti mismo y de todo aquello que te rodea: Te hacen cuestionar tu vida, tus emociones, tus relaciones, y terminas creyéndote las típicas frases como: “Esa persona no te conviene” o “Si me lo hizo a mí, te lo hará a ti”.

Siempre te hace sentir culpable con sus malditas hazañas: Aunque no tengas la culpa, acabas disculpándote con la otra parte afectada. Te hacen cargar con responsabilidades que no te corresponden.

Te da afecto solo si haces lo que quieren: Es un cariño falso. Si haces lo que esperan, todo va bien, pero si no, se enfadan y alejan.

Te hace sentir que le debes algo: Te dejan con una deuda emocional que nunca pediste.

Control disfrazado de preocupación: Parecen protectores pero, en realidad, lo que buscan es limitar tus decisiones y relaciones.

      Los manipuladores son expertos en disimular sus intenciones. Sólo buscan controlarte, y jorobarte la vida. Si te sientes identificado, aleja a estas personas de tu vida. Te harás un gran favor, créeme.

                              

                                                       CHARLOTTE BENNET 

 

martes, 18 de noviembre de 2025

EL MÓVIL: UN ENGANCHE TOTAL Y ABSOLUTO

 

      Hoy, mientras volvía en autobús, me di cuenta de que todos los pasajeros estaban pegados a sus móviles. Ojos fijos en la pantalla. Sonrisas, audios, mensajes… y silencio absoluto. Nadie hablaba con el de al lado. Nadie miraba a nadie. Parecía que el mundo real hubiera desaparecido y que todos vivíamos dentro de un rectángulo brillante y parlante como es el móvil.  Yo era así años atrás, pero aprendí a dar un uso consciente a las redes y al móvil. Fuera enganche. Pero sé que vivimos en una era híper-moderna, donde la tecnología domina nuestras vidas más de lo que queremos admitir. Las redes sociales, los seguidores, los likes nos mantienen ocupados parte del día. Nos distrae y nos condiciona al mismo tiempo. Estar conectados se ha vuelto sinónimo de modernidad, ser visibles, de pertenecer a algo más grande que nosotros mismos. Es ver una pantalla que nos acerca a un mundo moderno, pero peligroso, aunque ¿esto nos hace felices?

      El teléfono prometía conectarnos a quienes no estaban cerca, y en parte lo hace. Pero se ha convertido en un imán que roba nuestra atención y nuestro tiempo. Lo revisamos sin darnos cuenta, incluso cuando no hay nada nuevo que ver. Medimos nuestro valor por una pantalla que nunca duerme, que nos engancha como una maldita droga silenciosa. Cada notificación activa un pequeño impulso en nuestro cerebro, un premio instantáneo que nos hace volver una y otra vez, aunque sepamos que deberíamos parar.

        Nos quejamos de la falta de tiempo, pero a menudo lo desperdiciamos desplazando el dedo por contenidos que no nos aportan nada. Nuestra concentración se fragmenta. Las conversaciones se interrumpen. Nuestra vida real se disuelve. Estamos presentes en todo y en nada a la vez, porque nuestra mente está puesta en el teléfono; encendemos la pantalla para ver qué hay de nuevo o cuántos likes han dado a nuestra última publicación.  Incluso los bebés están aprendiendo a engancharse desde pequeños. Se les da una pantalla y aprenden a interactuar con ella antes de aprender a hacerlo con sus semejantes. Esto no es solo un error aislado: es un reflejo de cómo nuestra sociedad ha normalizado la dependencia tecnológica desde la infancia, en lugar de ofrecerles puzles, juegos de construcción o experiencias reales y didácticas.

        El enganche al teléfono no es solo un hábito: es un síntoma de algo más profundo. Nuestra necesidad de conexión, validación y escape se filtra a través de estas pantallas. Nos refugiamos en ellas para sentir compañía, para distraernos del aburrimiento o la incomodidad, para sentir que formamos parte de algo, aunque solo sea un hilo interminable de publicaciones. Entonces, ¿qué podemos hacer? Reconocerlo es el primer paso. Recuperar el control es el segundo. Desconectar no significa renunciar a la tecnología, sino elegir cuándo mirar y cuándo soltar. Es aceptar que un ratito con el móvil está bien, pero no que nuestra vida dependa de él. Es permitirnos mirar alrededor, escuchar a los demás y sentir lo que ocurre aquí y ahora. Porque la pregunta no es si podemos vivir sin el teléfono…sino si podemos vivir con él sin dejar que él viva por nosotros. El desafío no es pequeño, ni inmediato. Pero cada momento que pasamos sin mirar la pantalla es un pequeño triunfo. La desconexión digital no es un lujo: es una necesidad... Aunque, cada cual puede hacer lo que quiera. Es sólo una reflexión. :)

 

 

lunes, 10 de noviembre de 2025

CADA CUERPO TIENE SU HISTORIA

 

     Mi post de esta noche es una reflexión sobre los cuerpos ajenos y sobre lo fácil que resulta insultar o burlarse de alguien solo porque no encaja en los cánones de belleza que nos imponen hoy en día. Vivimos en una sociedad que idolatra los llamados cuerpos 10 y desprecia y ridiculiza a quien simplemente es diferente, o es como es.

     Que alguien vaya al gimnasio y se machaque no lo hace ser mejor que nadie... O que una mujer tenga las medidas perfectas no la convierte en reina de la belleza. Cada uno de nosotros tiene su historia, su cuerpo, sus razones para ser físicamente lo que es: Alto, bajo, delgado, obeso...  No entiendo la burla ni el ataque al que sometemos a los demás por  tener un cuerpo diferente. ¿La gente está enferma o qué pasa? Las redes sociales es el el peor escenario donde el odio y los insultos proliferan. Está infestado de haters, gente resentida con el mundo, y que proyectan su frustración atacando a los demás. Logran destruir vidas ajenas con comentarios hirientes hacia personas que ni siquiera conocen, y que creen tener derecho sobre ellas solo por exponerse en una red social  o por tener el cuerpo que tienen. Es alucinante. ¿Acaso esa persona te ha hecho o dicho algo malo? ¿Te está pidiendo algo? Si no te gusta su cuerpo, simplemente deja de mirar sus publicaciones. Punto. No hace falta insultar, ni humillar, ni lanzar veneno tras perfiles falsos. Pero, por desgracia, hablar del cuerpo ajeno se ha vuelto algo cotidiano, casi inevitable. Comentarios tan hirientes como “ ¡qué gorda estás! “pareces una foca morsa”, “has subido de peso”, “qué feo/a eres” se sueltan sin pensar, como si el cuerpo de los demás fuera un escaparate de dominio público. Pero no lo es. Cada cuerpo es un universo, una historia que solo conoce quien lo habita.

     Opinar sobre el cuerpo de los demás o de alguien —incluso sin maldad— puede herir. No sabemos si esa persona está pasando por un problema de salud importante, un momento emocional difícil o si está aprendiendo, poco a poco, a reconciliarse con su propia imagen. No hace falta que lleguemos con la artillería pesada para disparar hasta que sangre. Y echarle luego tierra encima.

       Esta “moda” de juzgar a las personas y a los cuerpos no es nueva, pero ahora tiene más visibilidad por las redes. Lo mínimo que podemos hacer es callar, y mirarnos a nosotros mismos. Ponernos en la piel del otro... Y aprender a respetar a las masas. Opinar es libre, sí, pero no hace falta hacerlo con tanta saña. Todos merecemos sentirnos cómodos en nuestra piel sin el peso de la opinión ajena, sin la maldad de los demás.

     Cada cuerpo es único. No necesita aprobación, solo aceptación. Porque cuando aprendemos a no opinar sobre los cuerpos ajenos, empezamos a ver lo que realmente importa: la persona que vive dentro de ellos y sus circunstancias. Toma nota: no le hagas a los demás lo que no querrías que te hicieran. La vida da muchas vueltas. Tú sabes...

jueves, 6 de noviembre de 2025

LA VIDA QUE ELEGIMOS VIVIR

 

     

     Esta mañana pensé: voy a escribir sobre lo saludable que es tomar el sol con protección solar. Pero, al final, me vi cambiando de tema y enfocándome en algo más profundo: la vida que elegimos vivir. ¿Por qué este cambio? Porque no es fácil elegir vivir plenamente como queremos cuando existen factores que nos condicionan. A veces creemos que tomamos decisiones correctas sobre cómo queremos vivir la vida, pero en realidad son las circunstancias quienes nos empujan por ciertos caminos nada esperados, y con los que hay que lidiar. Nada es casual. Todo ocurre por una razón. Muchas veces planeamos hacer algo, y terminamos haciendo otra cosa, porque así debía suceder.

     Vivimos como creemos que debemos vivir: ni más, ni menos... A veces lo hacemos de manera inadvertida... Otras  apresurada, sin fijarnos en las pequeñas cosas, pensando que el tiempo es infinito y que siempre habrá un mañana para corregir errores o empezar de nuevo. Sin embargo, a medida que cumplimos años, la vida y el tiempo van de la mano, y se valoran más que cuando teníamos veinte. Cada instante que dejamos pasar, sin pena ni gloria, es un tiempo perdido que nunca volverá. Triste, pero cierto.   

     Algunos pensarán que la edad es solo un número, pero el cuerpo empieza a envejecer desde los treinta, y eso nos condiciona de alguna manera. Lo que antes pasaba inadvertido—hacer deporte, cuidarnos, alimentarnos mejor—ahora se vuelve prioridad, y se convierte en un modo de vida.

     Saber quiénes somos, lo que queremos y cómo lo queremos debería bastar para vivir la vida con más intensidad si cabe. Vivir es respirar. Respirar es sentir, y sentir es vivir bajo mi punto de vista...Hay que aprovechar cada ocasión y no quedarse paralizado esperando a que llegue mañana para vivir. La peor medicina es la compasión hacia uno mismo. Tienes la vida que te has forjado a base de tropiezos, y lucha. No importa si no eres rico, ni tienes una mansión... O eres popular.  Vive, ama, y valora lo que tienes. Aprende a sopesar lo bueno y lo malo que te sucede, prioriza  aquello que importa y, sobre todo, observa desde la calma... 

     La vida no se mide por la cantidad de días que tenemos, sino por la calidad con la que llenamos cada uno de ellos.  Pregúntate: ¿estás viviendo la vida que quieres? Si no es así, da ese ligero cambio hacia lo que te haga feliz y te llene. 

    Recuerda: Hoy estás aquí; mañana no sabes dónde estarás.

    Os leo. Un saludo. Charlotte Bennet. 

 

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