... Por eso, hoy quiero denunciarlo pública y socialmente... Dicha injusticia llega de la mano de una administración corrupta llamada ayuntamiento de Ceuta... Donde todos comen del mismo plato. No hay cabida a la objetividad, a la neutralidad, a la responsabilidad, ni a la igualdad de oportunidades…Solo al ¨enchufismo¨, y al ¨ colegueo¨. Cuando los miro detenidamente observo una dualidad inquietante: Todos están cortados por el mismo patrón. El abuso de poder y el desvío de poder van de la mano. Sus arrogantes figuras los hace ser intocables e, inmoralmente, ambiciosos.
El resultado es una oleada de desigualdades acumuladas, como la manifestación de una visión distorsionada del ¨nosotros¨ y el ¨ellos¨ por ocupar los puestos en el que están. En un mundo en el que algunas personas son vistas como más ¨dignas¨ por ser hijo de… o más ¨merecedoras¨ que otras por ser el amigo de… La noción de justicia se convierte en un lujo para unos pocos, y un desafío para muchos.
El concepto mismo de lo que es ¨justo¨ varía, dependiendo de quién lo defina, y la historia está plagada de ejemplos en los que los grupos dominantes han definido ¨lo justo¨ en función de sus propios intereses, dejando de lado las voces de los más vulnerables. Y ese no es otro que el ciudadano.
La injusticia más profunda es aquella que se encuentra en las raíces mismas de nuestra cultura, en las estructuras que crean y mantienen las desigualdades, y que se perpetúan generación tras generación a través de ¨estos delincuentes morales¨ llamados funcionarios y/o políticos. No se trata solo de lo que ocurre en un momento específico, sino de una narrativa histórica que nos ha enseñado a ver la desigualdad y la opresión como algo natural e inevitable.
En mi caso particular, la injusticia se disfraza de ¨normalidad¨, y se hace tan invisible que he llegado a aceptarla sin cuestionarla... Pero, sólo al principio... Porque no me di cuenta de que lo que experimentaba no era un destino, sino la decisión de un puñado de inútiles cuya mentira era una manera de reconstrucción social, política y económica... Pero, era sólo un juego de poder donde yo tenía todas las de perder si denunciaba a esa mafia, cuyos tentáculos eran mucho más extensos que un océano.
La injusticia también refleja una desconexión con el concepto de humanidad compartida. Vivimos en un mundo interconectado, pero la injusticia sigue siendo un recordatorio constante de cuánto nos falta para realmente entender que todos los seres humanos, independientemente de su raza, género, orientación, clase social o cualquier otra distinción, merecen las mismas oportunidades, y recibir lo que le pertenece por ley, y que le es denegado por una razón u otra...
La verdadera justicia no se trata solo de rectificar lo que está mal, sino de reconfigurar nuestras relaciones humanas de manera que todos podamos vivir en armonía, sin que algunos tengan que cargar con el peso de la desigualdad y la discriminación y exclusión…Pero, ¿cómo hacerlo? A veces, la respuesta parece que está pero, los que tienen el poder, y nos gobiernan, se empeñan en eludirla. Es así como funciona el sistema. No hay cabida a la queja, ni a la escucha. Ellos avanzan hacia la dirección del ansia de poder. Nosotros debemos conformarnos con nadar a contracorriente, y no hundirnos en la miseria.
Ciertamente, la injusticia adapta muchas formas y se oculta en las instituciones, en las políticas corruptas, en las tradiciones y normas sociales que damos por sentadas. Desmantelar estos sistemas exige no solo visibilizar la injusticia, sino también una transformación profunda de las estructuras que la mantienen. Esto implica un esfuerzo colectivo, un compromiso social que trascienda hacia una lucha individual que se convierte en una causa común. Y quizás así , una de las grandes tragedias de las injusticias es que, por más que nos enfrentemos a ellas, siempre parece haber más capas de injusticia por descubrir. Es como una piedra que, cuando la levantamos, revela otras debajo, hasta que nos damos cuenta de que la red de injusticia está mucho más extendida de lo que imaginábamos. Sin embargo, a pesar de su amplitud y complejidad, esta realidad no debe hacernos caer en la desesperanza, sino luchar y no permitir que se salgan con la suya.
Es aquí donde radica el desafío: No permitir que la magnitud de las injusticias nos paralice. Debemos luchar, no solo por aquellos que podemos ver directamente, sino por aquellos cuyas voces han sido silenciadas por temor a represarías por parte de las instituciones. Yo lo estoy haciendo a través de estas letras, y en este exclusivo rincón.
La Ciudad Autónoma de Ceuta está mal gestionada, mal asesorada, mal gobernada y mal representada. Aquí siempre ganan los mismos. No hay un atisbo de vergüenza. Repito: Todos comen del mismo plato, y se reparten los cubiertos de forma sibilina. Quién sabe leer entre líneas, sabe a lo que me refiero.
Si en tu ciudad ocurre lo mismo, y/o crees que están siendo víctima de una injusticia, no guardes silencio ante lo que no se debe hacer… Porque, en última estancia, esta reflexión me lleva a imaginar que caminamos a ciegas en un mundo dominado por el poder y la corrupción. Y la política no es eso: Es velar por los intereses del ciudadano, sin necesidad de tanta injusticia. ¿Qué opinas tú? ¿Has sido víctima de alguna injusticia? ¿Qué acciones tomaste?