viernes, 5 de septiembre de 2025

GUERRAS: DOLOR, SANGRE Y MUERTE.

 

      No soy periodista.  No soy analista. Ni siquiera soy testigo directo de la barbarie que ocurre en el mundo, especialmente en Gaza, Ucrania… Sólo soy una escritora… Y quiero alzar de nuevo la voz a través de estas letras y solidarizarme con todos aquellos que sufren el horror a diario. Mi corazón late con ustedes, ahora más que nunca. Mi deseo es que haya paz y justicia para los olvidados, para las víctimas de cualquier clase de violencia... Para aquellos cuyas voces se ahogan entre los escombros de la ocupación, del cruce de balas, del terror que les acecha, y el silencio internacional de los que gobiernan el mundo.

       Hoy, como muchos otros días, pienso en el pueblo palestino, en los ucranianos… En todos esos inocentes que están sometidos a una guerra que no parece tener fin. En el caso de palestina, ellos siguen ahí: hambrientos, descalzos, polvorientos, peleando por conseguir un mendrugo de pan que les llega a cuentagotas, mientras un genocida ha impedido que el pueblo palestino sea auxiliado. Busca el exterminio como  sea. Y mientras tanto, los mandatarios miran hacia otro lado. Pero esas personas continúan resistiendo entre las ruinas de lo que queda de sus hogares, sufriendo la barbarie de un genocida, esperando inútilmente a que algo cambie. Un cese del fuego...ALGO.

        Hoy, como siempre, me pregunto cómo pueden hablar de "paz" mientras la gente, especialmente los niños, mueren a cada segundo y la opresión se impone a cada hora, cada minuto, sin que la humanidad levante la voz con más fuerza si cabe. No debemos permitir esta masacre, y que los gritos de horror de esas personas no sean escuchados ni siquiera en los pasillos de la ONU, ni en las conferencias de prensa de los líderes mundiales. 

          Es un grito tan demoledor, y tan desgarrador, que no entiendo cómo no resuena en el lugar que debería: en los corazones de aquellos que gobiernan el mundo, y abogan por la "paz mundial".

       Porque no se trata de un trozo de tierra o invasión. Se trata de vidas de civiles que han quedado truncadas, de generaciones que han crecido ahí y a los que han asesinado vilmente con bombas. Niños, cuyos sueños se apagaron con  bombardeos y escombros sin tan siquiera tener la opción de huir del horror. Madres que, cada noche, no saben si sus hijos despertarán al amanecer. Se trata, también, de personas que han sido despojados de todo cuanto tenían, condenándoles a huir de sus hogares.

      Algunos lo llaman "conflicto". Otros lo llaman "violencia". Pero es un genocidio. Una masacre. Es la eliminación sistemática de un pueblo. Es la constante represión, la persecución, el despojo de tierras, la destrucción de hogares. Esta es la humillación diaria que sufren los civiles que viven bajo yugo de la guerra.

      Es fácil hablar de "soluciones" cuando no se está viviendo la realidad de esos cuerpos aplastados por las bombas, de esos ojos vacíos que ya no esperan justicia. Es fácil sentarse desde la comodidad de un escritorio y pedir "diálogo", "ceses de fuego", cuando lo que realmente se necesita es el fin de la guerra. ¿Qué clase de diálogo se puede construir cuando todo ha sido aniquilado, cuando se escudan más de un mandatario tras un muro de silencio e indiferencia?

      El dolor no tiene fronteras, y ni las palabras ni las resoluciones pueden redimir el sufrimiento de quienes han sido borrados de la historia. ¿Cómo callar el llanto de aquellos que han perdido todo, que no tienen más que su propia dignidad y sus recuerdos, mientras los líderes miran a otro lado? No se puede ser neutral frente a la barbarie. No pueden ignorar lo que les pasa a miles de civiles que están siendo arrasados.

      Palestina, Ucrania… No son una "estadística". No son una entidad abstracta que aparece solo cuando un misil explota. Eran lugares llenos de vida, llenos de historias, de tradiciones, de luchas. Ahora se han convertido en zonas de guerra, y siguen resistiendo bajo un fuego cruzado que no cesa, no solo con armas, sino con el poder de su memoria, con el clamor de las madres, con la esperanza indomable de que algún día, en algún lugar, habrá justicia.

      Me duele pensar en cómo las historias de estos civiles se han convertido en ecos apagados por la indiferencia. Me duele que las vidas humanas sean solo un juego político. Que las imágenes de miles de personas muertas sean solo una tragedia más que se pierde en el ruido de las negociaciones. Que miles de personas tiendan al éxodo masivo. Ver tanta sangre de los inocentes derramada y, que aún, ni un maldito mandatario sea capaz de frenar este horror.

       Toda vida importa. Los sueños importan. Y el dolor de muchos, por más que les pese, importa también. El sufrimiento de los palestinos, ucranianos..., es tan real como el nuestro, y aunque esté oculto bajo capas de diplomacia, no llegan, no deja de ser nuestra responsabilidad condenar el horror como ciudadanos.  

        YO CONDENO ESTA MASACRE. ¡BASTA YA!

      Hoy, mi pluma no escribe, sino llora. Hoy, mis letras van dirigidas a los que siguen sufriendo, a los que siguen esperando esa ayuda humanitaria que no llega, a los que se niegan a desaparecer entre los escombros del horror. Porque mientras haya alguien que se atreva a contar su dolor, no serán olvidados. Y mientras haya alguien que lo lea, su memoria, sangre y dolor no serán borrados. Oremos por todos aquellos que sufren, ya sean de la religión o raza que sean...

 

                                            CHARLOTTE BENNET 

 

 

 

jueves, 4 de septiembre de 2025

La luz que no se apaga

 

 

 

 

 1

Compondrá aquel céfiro
un canto estridente,
en medio del fragor de la batalla,
desafiando la tormenta,
resistiendo al dolor que ya no descansa.

Extenderán los pájaros
sus alas destronadas,
surcando los cielos verdes,
a pesar del temblor del agua
y el quejido de los peces que ya no calan.

Sobrevivirán aquellos
que ansían soñar,
allá donde la luz nunca deja de brillar...

©Charlotte Bennet

martes, 2 de septiembre de 2025

Reflexión sobre las injusticias

 

      
 
 
 
        Las injusticias son, en muchos sentidos, el reflejo de una humanidad que aún no ha aprendido a convivir con la verdadera legalidad. En su forma más cruda, la injusticia es un acto consciente de negarle a otro lo que le corresponde por derecho propio: Ya sea respeto, dignidad, oportunidad laboral o, simplemente, la posibilidad de vivir una vida libre de opresión. Pero detrás de cada injusticia, más allá de la simple acción que la define, hay una estructura mucho más compleja, y que se ciñen en el poder que tienen unos cuantos sobre los demás.
       ... Por eso, hoy quiero denunciarlo pública y socialmente... Dicha injusticia llega de la mano de una administración corrupta llamada ayuntamiento de Ceuta... Donde todos comen del mismo plato. No hay cabida a la objetividad, a la neutralidad, a la responsabilidad, ni a la igualdad de oportunidades…Solo al ¨enchufismo¨, y al ¨ colegueo¨. Cuando los miro detenidamente observo una dualidad inquietante: Todos están cortados por el mismo patrón. El abuso de poder y el desvío de poder van de la mano. Sus arrogantes figuras los hace ser intocables e, inmoralmente, ambiciosos.
      El resultado es una oleada de desigualdades acumuladas, como la manifestación de una visión distorsionada del ¨nosotros¨ y el ¨ellos¨ por ocupar los puestos en el que están. En un mundo en el que algunas personas son vistas como más ¨dignas¨ por ser hijo de… o más ¨merecedoras¨ que otras por ser el amigo de… La noción de justicia se convierte en un lujo para unos pocos, y un desafío para muchos.
        El concepto mismo de lo que es ¨justo¨ varía, dependiendo de quién lo defina, y la historia está plagada de ejemplos en los que los grupos dominantes han definido ¨lo justo¨ en función de sus propios intereses, dejando de lado las voces de los más vulnerables. Y ese no es otro que el ciudadano.
La injusticia más profunda es aquella que se encuentra en las raíces mismas de nuestra cultura, en las estructuras que crean y mantienen las desigualdades, y que se perpetúan generación tras generación a través de ¨estos delincuentes morales¨ llamados funcionarios y/o políticos. No se trata solo de lo que ocurre en un momento específico, sino de una narrativa histórica que nos ha enseñado a ver la desigualdad y la opresión como algo natural e inevitable.
       En mi caso particular, la injusticia se disfraza de ¨normalidad¨, y se hace tan invisible que he llegado a aceptarla sin cuestionarla... Pero, sólo al principio... Porque no me di cuenta de que lo que experimentaba no era un destino, sino la decisión de un puñado de inútiles cuya mentira era una manera de reconstrucción social, política y económica... Pero, era sólo un juego de poder donde yo tenía todas las de perder si denunciaba a esa mafia, cuyos tentáculos eran mucho más extensos que un océano.
     La injusticia también refleja una desconexión con el concepto de humanidad compartida. Vivimos en un mundo interconectado, pero la injusticia sigue siendo un recordatorio constante de cuánto nos falta para realmente entender que todos los seres humanos, independientemente de su raza, género, orientación, clase social o cualquier otra distinción, merecen las mismas oportunidades, y recibir lo que le pertenece por ley, y que le es denegado por una razón u otra...
     La verdadera justicia no se trata solo de rectificar lo que está mal, sino de reconfigurar nuestras relaciones humanas de manera que todos podamos vivir en armonía, sin que algunos tengan que cargar con el peso de la desigualdad y la discriminación y exclusión…Pero, ¿cómo hacerlo? A veces, la respuesta parece que está pero, los que tienen el poder, y nos gobiernan, se empeñan en eludirla. Es así como funciona el sistema. No hay cabida a la queja, ni a la escucha. Ellos avanzan hacia la dirección del ansia de poder. Nosotros debemos conformarnos con nadar a contracorriente, y no hundirnos en la miseria.
      Ciertamente, la injusticia adapta muchas formas y se oculta en las instituciones, en las políticas corruptas, en las tradiciones y normas sociales que damos por sentadas. Desmantelar estos sistemas exige no solo visibilizar la injusticia, sino también una transformación profunda de las estructuras que la mantienen. Esto implica un esfuerzo colectivo, un compromiso social que trascienda hacia una lucha individual que se convierte en una causa común. Y quizás así , una de las grandes tragedias de las injusticias es que, por más que nos enfrentemos a ellas, siempre parece haber más capas de injusticia por descubrir. Es como una piedra que, cuando la levantamos, revela otras debajo, hasta que nos damos cuenta de que la red de injusticia está mucho más extendida de lo que imaginábamos. Sin embargo, a pesar de su amplitud y complejidad, esta realidad no debe hacernos caer en la desesperanza, sino luchar y no permitir que se salgan con la suya.
      Es aquí donde radica el desafío: No permitir que la magnitud de las injusticias nos paralice. Debemos luchar, no solo por aquellos que podemos ver directamente, sino por aquellos cuyas voces han sido silenciadas por temor a represarías por parte de las instituciones. Yo lo estoy haciendo a través de estas letras, y en este exclusivo rincón.
       La Ciudad Autónoma de Ceuta está mal gestionada, mal asesorada, mal gobernada y mal representada. Aquí siempre ganan los mismos. No hay un atisbo de vergüenza. Repito: Todos comen del mismo plato, y se reparten los cubiertos de forma sibilina. Quién sabe leer entre líneas, sabe a lo que me refiero.
     Si en tu ciudad ocurre lo mismo, y/o crees que están siendo víctima de una injusticia, no guardes silencio ante lo que no se debe hacer… Porque, en última estancia, esta reflexión me lleva a imaginar que caminamos a ciegas en un mundo dominado por el poder y la corrupción. Y la política no es eso: Es velar por los intereses del ciudadano, sin necesidad de tanta injusticia. ¿Qué opinas tú? ¿Has sido víctima de alguna injusticia? ¿Qué acciones tomaste?

 

 

 

   


lunes, 1 de septiembre de 2025

Desconcierto

 

 

 

 

                     1

    Entre sombras, y alberos,

busco las huellas de lo que un día fui.

Mientras el tiempo se resquebraja

en mis manos, y las horas se detienen

abruptas y oscuras

ante mí...

 ©Charlotte Bennet

 

 

 

                    2

   En mi alma, donde apenas florece la luz,

las voces lloran,

los ojos hablan

Sobre recuerdos añejos,

Y silencios rotos.

Pero aquí, donde todo agoniza,

 y se disuelve,
sólo existe el vértice afilado

de un amor mudo y desterrado.

©Charlotte Bennet

 

                                                                                   I En la víspera de un grito asfixiado , una horda de i...